jueves, 3 de diciembre de 2009

Sentimientos de despedida

Mi amiga Isabel, siempre maestra, me envía este fragmento de uno de sus libros. Como todo lo que escribe y expresa, está cargado de ternura, sensibilidad y autenticidad. Sirva, con permiso de Isabel, como homenaje un poco tardío (ya pasó el 27 de noviembre, Día del Maestro, que se quedó olvidado en el calendario) a todos los maestros y maestras de vocación, los que siempre amarán su oficio, pues no hay otro más bonito que el de acompañar a los niños y niñas, ayudándoles en su formación como personas.

Una mañana temprano salgo de la aldea para no volver más. No quiero hacer ruido La gente duerme en el mejor de los sueños. Sólo el Domingo y la Manuela me acompañan. La Manuela, sin dejar de lloriquear, repite:

-¡Cuando se entere la Inocencia, y el Victorino, y la Mari Pepa, y para qué decirle cuando Quisco no la encuentre! Usted lo entendía, lo quería, le ayudaba y se le veía tan feliz cuando estaba cerca de usted…

El Domingo, muy en su papel, con mi maleta en la mano exclama:

-¡Y ya sabe usted dónde estamos para cuando quiera venir! ¡Aquí será siempre bien recibida, porque las cosas hay que decirlas, y aquí estamos todos muy contentos con usted!

Me siento junto a la última ventanilla. En los últimos instantes, hasta que la “Catalana” arranca, un silencio, cómplice de emociones, se traduce en miradas que son voces de tantas y tantas cosas…

Los primeros traqueteos, y un nudo me ahoga la garganta. La “Catalana” se aleja lentamente. Al pasar por la casa de Quisco se me parte el alma. De mis labios secos por la angustia de la despedida se me escapa un beso, y de mi corazón brota un emocionado balbuceo:

¡Adiós, Quisco, loquillo mío! Cuando despiertes esta mañana, otra “chalrilla” pajarillos que tanto te gustan, habrá volado. ¡Y yo sé bien cómo es tu cara cuando lo que quieres se te escapa! Tú, con tu mirada mongólica, con tus tic en el cuello y torpes palabras en tus labios, has sido, y lo seguirás siendo mi sueño y mi canción. Tú, que llamabas estrellas rotas a las gotas de lluvia que se deslizaban por los cristales en fríos días de otoño, que llamabas tonta a la luna porque corría contigo y no podías cogerla, tú, que decías tocar canciones soplando en una armónica de juguete, tú, y tu especial forma de ser y entender el mundo, no eres una errata en el gran libro de la vida, eres, como todos, creación única de un día que, al destellar de una estrella, caíste en este nuestro planeta tierra.

Por un rato sigo viendo la mano fofa y pecosa de la Manuela que se agita, y, como difuminada, la aldea que se pierde. Tengo la impresión de haber vivido un sueño, un sueño que, al desvanecerse, me devuelve a la realidad, a una realidad fría, ausente de entrañables emociones, mortecina y cerebral, una realidad carente de creatividad, a la que yo regreso para integrarme de nuevo en ella pero, mientras las aldeítas y las cortijadas corren ante mi vista, mis pensamientos siguen fijos en aquel muchacho de ojos mongólicos, de ingenua sonrisa..., Quisco al que para siempre llevo en mi corazón.

Isabel Agüera / De mi obra, “Quisco, mi amigo”

1 comentario:

ana dijo...

Señora vaya a ver la pelìcula argentina(creo que con vuestra financiaciòn española)ANITA y se va a encontrar con una dwn que trabaja a la par de los grandes artistas.
Espero que mis connacionales no sean tan ANIMALES INTELIGENTES de no darle otro trabajo artistico en el futuro , puès la consumada artista(así la califico puès es rol protagònico y muy bien hecho) pretende continuar su carrera.