Partidaria al máximo de los aprendizajes tempranos quiero, no obstante, matizar una cuestión que de toda la vida me ha preocupado, y me preocupa, máxime en los tiempos que corren. Y es que se ha instalado en las familias una especie de estrés colectivo y competitivo que, dislocando el más importante de los objetivos, educar individuos libres, responsables, felices, etc., camina de cara hacia una meta única que conlleva la más absurda e ignorante maratón: Que los hijos aprendan mucho y pronto a costa de lo que sea: clases extras, estudio, tareas, etc. Por supuesto que, hoy más que nunca, la sociedad nos va a exigir individuos instruidos, educados y hasta experimentados en muchas disciplinas pero nada va a acelerar este proceso, largo, muy largo, si forzamos a nuestros hijos, alumnos, a entrar de cabeza en el circuito, cuando aún no les hemos enseñado a dar los primeros pasos. Me contaba una profesora de inglés que, cuando trataba de enseñar los colores básicos a pequeños de tres años, una alumna, repetía enfadada y como autómata: el "achul" no es blue; es "achul"; lo ha dicho mi mamá. La anécdota suscita risa pero, más allá de la conveniencia de los aprendizajes tempranos, hay un casi drama palpable: las prisas no sirven para nada.
El comprender debe preceder al aprender. ¿No habría que empezar por enseñarles que azul no es "achul"? Que sepan, como robot, y cuanto antes y más mejor es lo que importa. Y a la rastra, medio dormidos, sin faltar un día, desde los tres años, a clase, que el tiempo apremia y el vecino sabe y el primo sabe- Creo que hemos perdido muchos nortes y el de la educación, peor que perdido: lo estamos desquiciando con exigencias que han borrado del escenario de la infancia palabras como juego, felicidad, placer por aprender. No estaría de más que, de vez en cuando, repasáramos los derechos de los niños.
Como siempre, Isabel nos hace partícipes de sus consideraciones, avaladas por su enorme talla personal y profesional. Personalmente, comparto sus argumentos y creo que está cargada de razón.
Ahora que todo el mundo habla sobre las competencias básicas, es sin duda un buen momento para replantearnos qué estamos haciendo en nuestros centros educativos. Algunas preguntas (¿los contenidos que trabajamos favorecen la adquisición de las competencias?, ¿la dinámica de las clases es la más adecuada a este fin?, ¿evaluamos bajo el criterio de las competencias?, ¿no estaremos abusando de los contenidos, quizá demasiados y no esenciales?, ¿no es mejor centrarse en lo básico, que dispersar esfuerzos para abarcar más?, ¿no estaremos demasiado condicionados por los libros de texto?, ¿es bueno que las actividades escolares invadan el ámbito familiar en exceso?, ¿tienen los niños tiempo para el aprendizaje natural -juego, relaciones sociales, ...-?,...). Quizá son muchas preguntas, pero lo cierto es que no podemos demorar por más tiempo dar una respuesta y modificar formas de proceder, tomar decisiones necesarias y volver a recuperar el norte.
Gracias, de nuevo, Isabel, por sacudirnos de vez en cuando y seguir luchando por seguir mejorando la educación de nuestros niños y niñas.
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